Autos&Viajes
Mejorar lo inmejorable
TEXTO: Andrés Canet FOTOS: Ferrari S.p.a
Cualquiera sea el caso, cada viaje a Europa que realizo tiene una condición irrevocable: Pasar por Maranello. Y cumpliendo con esta consigna, llegué a la fábrica de Ferrari una mañana muy temprano para encontrarme con el Director de Comunicaciones. Como ya nos conocíamos de otros viajes, y sabiendo de mi irrefrenable pasión por “il Cavallino”, no demoró mucho y me entregó las llaves de una F12 Berlinetta. “Es toda tuya por hoy, disfrutala y traela entera” me dijo, con una sonrisa protocolar en su cara que ni cerca estaba de superar la mía.
Estacionada junto a la recepción, impoluta, solo quedaba llevármela. Cruzar las barreras del antiguo ingreso a la fábrica al mando de una Ferrari no tiene precio, y tan así es que muchos clientes viajan hasta Maranello para retirar su propia Ferrari y vivir esta experiencia.
Una vez acomodado en la butaca del conductor, puse todos los reglajes en orden ya que no me bajaría de allí en todo el día. Con una posición de manejo perfecta para una conducción deportiva, con múltiples regulaciones para ajustar a gusto hasta el más mínimo detalle, mis largas piernas encontraron el espacio ideal. Combinado con la regulación en distancia y altura del volante se logra sin complicaciones la posición correcta.
Rápidamente me dirigí al sur por la SP3, una ruta bastante sinuosa inmersa en un paisaje idílico de praderas, campos y pequeños pueblos. Con un asfalto prolijo por sectores y que por momentos se presentaba ondulado y desmejorado, resultó ser un mix de condiciones apropiadas para evaluar el comportamiento dinámico de este purasangre. En este camino no existen las rectas como tal, sino que son una larga sucesión de pequeñas curvas, casi imperceptibles, que si se “cortan” uno puede acelerar hasta valores que asustarían a más de uno. Pero al final de cada recta hay una curva, y aquí la mayoría de ellas son muy cerradas, ideales para aumentar las pulsaciones provocando algún derrape controlado en segunda marcha. Claro que para esto primero hay que frenar, y esta tarea se logra de manera soberbia. Equipada con frenos carbo-cerámicos de tercera generación y neumáticos 255/35 R20 delanteros y 315/35 R20 atrás, la F12 se agarra al asfalto para detenerse en pocos metros. Y si el frenesí de frenadas eleva la temperatura del sistema, una pequeñas aletas activas ubicadas hacia los lados de la parte baja del frontal se abren para llevar aire frío.
El paso por curva también merece elogios. Es casi imposible encontrar el límite de adherencia, y alcanzarlo en un camino tan angosto con varios metros de caída hacia los lados no es recomendable. Para esto hay que llevarlo a un circuito. De todos modos pude acercarme bastante sin poner en riesgo esta escultura mecánica (y mi trabajo), y disfrutar de una pieza de baile al compás de la música proveniente de su magnífico propulsor V12 de 6,2 litros, atmosférico, como nos gusta a los puristas. Ferrari ha logrado optimizar su ubicación por detrás del eje delantero, distribuyendo mejor el peso del conjunto y manteniendo un centro de gravedad bajo (3 cm más retrasado y otros tres más bajo que el del 599 GTB Fiorano). Esta mejora tiene efectos colaterales, pudiendo disminuir la altura del capot, del parabrisas y sentar a los ocupantes más cerca del suelo. Así, la F12 Berlinetta es 6 cm más baja que la 599 GTB Fiorano y su centro de gravedad es 2,5 cm menor. Acoplado a una transmisión de 7 marchas, doble embrague y diferencial electrónico, sus 740 CV se sienten y mucho empujando desde abajo, sobretodo cuando se tiene más potencia y menos peso que su antecesor (70 kg menos), convirtiendo a las salidas de cada curva en protagonistas de élite de una jornada apasionante. Esto se transformó en un vicio, a tal punto que perdí la referencia de donde estaba.
Luego de un buen rato me detuve en un pequeño pueblo que al día de hoy no recuerdo cual era para buscar otro camino que me llevara de regreso cerca de Maranello. Encontré un camino de similares condiciones que el anterior, pero que desembocaba en una autopista (o “autostrada”).
Puse primera y lentamente fui saliendo del pueblo. Y aquí me encontré con los primeros “contras” de esta F12 Berlinetta. Si bien el interior del habitáculo presenta una calidad de terminación inobjetable, es el panel de instrumentos el que confunde e incomoda. Y es que casi toda la información se reduce a dos pequeñas pantallas que forman parte del instrumental principal. La de la derecha y su grupo de comandos permite sintonizar una estación de radio (perfectamente prescindible para mí en cualquier deportivo de raza), visualizar el GPS y la computadora de abordo, pero no todo al mismo. Simplemente hay que priorizar el tipo de información que se desea visualizar, y sólo el conductor tendrá acceso a ella, lo cual deja al acompañante en una posición muy pasiva. La pantalla de la izquierda se reserva al set-up del coche como el control de tracción, el control de estabilidad, ABS, la suspensión electromagnética, el diferencial, etc… pudiendo modificar los umbrales de acción de cada elemento. El volante en sí mismo también presenta sus propias complicaciones, con todas las funciones vinculadas a la columna de dirección y otras más (luces de giro, luces altas, limpiaparabrisas, bocina, seteo rápido de la suspensión “Bumpy Roads”, botón de encendido “Engine Start” y el ya famoso Manettino). Sólo en el centro de estas dos pantallas toma protagonismo el cuentavueltas (que llega hasta las 10.000 rpm) y el indicador de marcha. Está claro que el entorno del conductor está pensado para un manejo deportivo y para no quitar las manos del volante, pero no en el uso cotidiano es donde resulta complejo su uso.
De camino a la autopista atravesé un pueblo más grande, casi tanto como una pequeña ciudad, y allí otra de las complicaciones. Sus dimensiones más que notables (sobretodo a lo ancho), su posición de manejo tan baja y una visibilidad deficiente atentan contra la seguridad estética, y lo único que vas a desear son espacios abiertos para explotar todas sus virtudes. A favor, la F12 emplea un sistema hidráulico que eleva unos centímetros el frente del coche y “suaviza” la suspensión en caminos desparejos.
Una vez en la autopista la cosa se puso linda otra vez, y la aerodinámica comenzó a jugar un rol preponderante. A altas velocidades se la siente muy bien apoyada, sin sentir la más mínima influencia de los vientos laterales. Las marchas altas (5ta., 6ta. y 7ma.) empujan de manera exorbitante y resulta inevitable darle rienda suelta a este cavallino. Una decena de kilómetros pasaron en pocos minutos, y al bajar de la autopista me topé con un camino desolado, perfectamente asfaltado y con largas rectas. Sólo podía hacer una cosa… Probar el “Launch Control”, un control de salida que entrega la potencia exacta a las ruedas traseras y pasa las marchas a la perfección para lograr un registro de 3,1 segundos en el 0-100 km/h. La sensación es impresionante, y luego de un par de veces de probarlo caí rendido a sus pies. Simplemente es maravilloso, pero también le quita protagonismo al piloto, y lo que quiero cada vez que me subo a una Ferrari es manejarla yo mismo, bien o mal, pero a mi modo.
La tarde se terminaba y de regreso a la fábrica decidí relajarme un poco después de tantas emociones juntas, y disfrutar de cada detalle antes de devolverla. Las costuras, el cuero connolly y su característico aroma, la alcántara, la fibra de carbono, todo combinado con una perfección visual y táctil que despierta fascinación. Ferrari ha puesto énfasis en mejorar la calidad de los materiales empleados y la de sus acabados. Tanto es así que estamos frente a una verdadera década ganada en esta materia. Desde hace poco más de diez años, los productos del Cavallino Rampante han sumado a su maravilloso pedigree deportivo el refinamiento exclusivo de un verdadero automóvil de lujo. Hoy se puede configurar una Ferrari de mil modos diferentes, ya sea desde el configurador en el website de Ferrari, desde un concesionario oficial o desde la mismísima fábrica en Maranello. Pero si lo que busca es una experiencia diferente, esta última es la más maravillosa de todas. Parte de mi visita incluyó el paso por las áreas denominadas Atelier, donde los sueños de los amantes del cavallino se hacen realidad; y Tailor Made, reservada para los grandes coleccionistas y clientes devotos, donde cada capricho puede ser llevado a cabo (siempre y cuando no se pida una Ferrari rosada). Pinturas especiales, acabados personalizados, alta tecnología y una selección de materiales, tratamientos y matices sin precedentes son sólo algunas de las herramientas disponibles para construir la Ferrari de sus sueños, siempre guiado por un diseñador personal.
Será muy difícil superar la calidad de esta visita a Maranello, pero Ferrari siempre brindará excelentes excusas para regresar.