Guía del TC
El Turismo Carretera y ese viejo anhelo de vencer el tiempo
Desde los orígenes de la humanidad, el viejo anhelo perduró insoslayable. Atravesó culturas y se plasmó en la literatura: el gran objetivo de vencer al tiempo aún hoy es la meta. Desde la sobrevivencia primitiva hasta la medición de la destreza física ordenada y reglamentada, como lo hicieron los griegos en sus Juegos en una sociedad que ofrecía un sitio de privilegio a los más veloces, hasta la escritura de ciencia ficción. El tiempo...
La ciencia trajo al mundo moderno invenciones formidables. Una de las más significativas, el automóvil. Y aquel añejo espíritu de saber quién era el más veloz se subió al aparatoso, ruidoso y vertiginoso andar de aquellas máquinas que cambiaban para siempre las costumbres de la humanidad.
La Argentina cuenta con el orgullo de cobijar a la categoría más añeja, tal como lo corrobora el libro Guinness de los récords: el Turismo Carretera. En sus orígenes desafió mapas, salvajes senderos transformados en caminos tras su paso y contrariedades de épocas en el que la globalización apenas era esbozada en pensamientos de intelectuales y que en la práctica las distancias arremetían por su dureza y su escasa piedad ante la falta de recursos.
En sus casi ocho décadas se trazaron historias que exceden el límite deportivo para convertirse en acontecimientos sociales y culturales. Quedaron en la memoria tras marcarse a fuego a través de los nombres de los grandes pilotos, el duelo Ford-Chevrolet, un Gran Premio, un relato radial, los diarios, la pasión exaltada antes de una película en Sucesos Argentinos, la consagración en El Gráfico, la maniobra multiplicada por la televisión y la inmediatez de Internet acompañaron la evolución del TC en cada rincón del país.
La historia comenzó el 5 de agosto de 1937. Un Gran Premio organizado por el Automóvil Club Argentino (ACA), reservado para tres categorías: de Pista, Velocidad y Carretera. El primer campeón fue Ángel Lo Valvo, detrás del seudónimo de "Hipómenes". Y desde entonces, la pasión se multiplicó por el país. Sufrió la falta de repuestos de la industria automotriz y una dura bofetada por la Segunda Guerra Mundial (sin actividad de 1942 a 1946). Luego, la explosión.
La pasión era inigualable, incluido el mismo fútbol. Se era de Ford o de Chevrolet; de Fangio o de los Gálvez. En 1948 se gestó la máxima expresión del automovilismo nacional, con la Buenos Aires-Caracas, o la Vuelta a América del Sur, el Gran Premio por excelencia, logrado por Domingo Marimón. Fangio se lanzó al mundo y Juan se adueñó de todos los récords del TC, con nueve títulos.
Las gloriosas cupecitas transitaron por lugares cuyas huellas marcaron los que luego se transformaron en caminos viales. Verdaderas aventuras que, a diferencia de cualquier otra actividad en esos tiempos, visitaban cada rincón del país. “Centauros de una historia única”, describió el inolvidable y querido maestro Antonio Carrizo al destacar que el TC originario cruzaba desnudos caminos apenas 5 décadas después de la Conquista del Desierto.
Los Gálvez, Fangio, los Emiliozzi, Risatti, Perkins, Di Palma, Bordeu, Copello, Gradassi, Traverso, Mouras, Castellano, Ortelli y tantos otros nutrieron a una actividad única en el mundo.
Las extensiones se acotaron con el tiempo. Y fueron las rutas las que cobijaron la pasión hasta 1997, cuando se disputó la última competencia allí (las muertes de Osvaldo Morresi y de Roberto Mouras aceleraron su fin) para dejar de manera exclusiva a los autódromos.
El hombre aún no pudo manipular el tiempo. Los pilotos de la actualidad trabajan junto con los ingenieros y los mecánicos -siempre verdaderos protagonistas de esta historia- para ganarle al reloj, al igual que aquellos raudos que provocaban con valentía en escenografías casi inexpugnables. La esencia es la misma. Sin embargo, el Turismo Carretera puede decir que, si bien no cambió el paso del tiempo, tampoco fue devorado por su andar. Un nuevo capítulo de esta apasionante historia se pone en marcha…
