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Mar de Ajó: Una fija de temporada que quedó en el olvido
Empecé a amar al automovilismo gracias a mi tío Ubaldo. A mis primos no les gustaba y una vez me pidió que lo acompañara al autódromo de Buenos Aires. Al ser porteños, era el circuito al que más fácil podíamos llegar. Era chico y fui por el cariño grande que le tengo. La primera vez estaba más emocionado él que yo. Sin embargo, a la siguiente vez que me invitó volví a decirle que sí. Algo me había movilizado. A partir de ahí la historia entre los fierros y yo cambió. Hasta iba domingos sin dormir para poder ver la carrera. En el 98 mis papás compraron una casa en la Costa Atlántica, en Mar del Tuyú. Las carreras en Mar de Ajó se empezaban a hacer y eran una fija veraniega. También empezó a ser para mí. Es más, era uno de los planes fija de la temporada con mis amigos. Era una actividad distinta y que disfrutaba. Era comenzar la temporada del TC pero también la mía.
Me vine a pasar unos días en la Costa y me intrigaba saber el estado del autódromo costero. Hace casi seis años que la categoría no corre en Mar de Ajó. Pasé grandes momentos y el “bichito” del periodista me picó. Es por eso que decidí darme una vuelta por el “Luis Rubén Di Palma”. Me encontré con una situación completamente distinta a la que había vivido hace varios años atrás. Obviamente el flujo de gente que iba para ese lado era casi ínfimo comparado a lo que se veían los fines de semana de carrera. Pero lo peor estaba adentro, donde hace algún tiempo rugían los motores del Turismo Carretera y hacían vibran al público después del receso.
Estoy seguro que Mar de Ajó fue el puntapié inicial para muchas familias o muchos chicos en sus relaciones con el automovilismo. A pesar de no ser amantes de este deporte, el estar en la Costa y saber que había una carrera a pocos metros/kilómetros era una buena posibilidad para ver los autos de cerca. Sin embargo, la realidad de hoy en día del autódromo espantaría a cualquiera que quiera acercarse a saber algo de esta especialidad.
Máquinas en la calle de boxes, los alambrados oxidados, pasto alto, un caballo adentro del Parque Cerrado y vacas en la última curva del circuito. Con ese “Luis Rubén Di Palma” me encontré en la visita que hice. Un contexto completamente desalentador. Tenía la leve esperanza de encontrarme con otra cosa y que el circuito en un futuro pueda volver a estar en el calendario teceísta. Pero así es imposible. Prácticamente abandonado está. Es verdad que mantener un circuito hoy en día es imposible sin el apoyo del gobierno de una provincia y que tener al TC significa pagar un canon sumamente alto. Pero jamás supuse que estaba así. No sé si fue por desconocimiento total o por el gran afecto que le tengo al circuito, donde viví hermosos momentos.
Pero así es la realidad. Dura y chocante muchas veces. Y así me fui después de mi recorrida por el autódromo de Mar de Ajó. Con la cabeza gacha. Sabiendo que el automovilismo argentino había perdido otro circuito. Ojalá algún día pueda reflotarse y volver a estar presente en el calendario. Sólo el ruido de los teros y una incontable cantidad de recuerdos es lo que quedó ahí. El “Luis Rubén Di Palma” era una fija durante todo el principio de los 2000 para la apertura de las temporadas. Sin embargo, hoy pasó al olvido y no parece que regresará en el corto plazo.