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Le ganó al cáncer para volver a correr
"Yo sobreviví porque mi meta era curarme para volver a correr". Esa fue la premisa con la que Ray Demetrio luchó para regresar al automovilismo.
El deporte en general presenta entre sus protagonistas diferentes historias de superación y el automovilismo no es la excepción. Las figuras del ámbito nacional acaparan la escena, pero a nivel zonal hay una cantidad de personajes anónimos que atraviesan duras adversidades alimentados por la pasión que generan los fierros.
La historia de Ray Demetrio refleja en cada palabra lo que produce la pasión en las personas. El rosarino que hoy tiene 32 años se metió en el automovilismo como cualquier chico del interior del país y las Categorías Agrupadas Federadas fueron el lugar donde comenzó a dar los primeros pasos con solo 16 años.
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“Debuté a los 16 años en la categoría Midget 1400 en las Categorías Agrupadas Federadas. Ese mismo año salimos terceros en el campeonato, al año siguiente ya nos fuimos a la Clase 1 con un Fiat 600 con motor 1100. Ahí corrí varios años seguidos, dónde logramos victorias y muy buenos puestos todas las carreras”, le contó a Carburando.
Sin embargo, como todo deportista amateur, las responsabilidades de la vida lo llevaron a dejar la actividad para centrarse en cuestiones laborales. Un nuevo emprendimiento familiar pasó a ocupar la mayor parte de su tiempo y los autos de carreras tuvieron quedar relegados.
A pesar de las obligaciones laborales, Demetrio no perdía su norte: volver a las pistas. Pero, el destino le pegó una cachetada a los 25 años. Una dolencia que parecía menor se transformó en una prueba de vida o muerte: un linfoma de Hodgkin crecía de forma descontrolada en su cuerpo.
“Había dejado de correr para afrontar con mi familia el nuevo negocio familiar y cuando estaba casi todo listo para volver a correr, un día me agarra un fuerte dolor en el pecho. Pensando que era un desgarro por mala fuerza voy al sanatorio, me hacen una tomografía y el médico me dice ‘mañana venite que te va estar esperando el doctor Guillermo Coy’”, relató.
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Y siguió: “Sinceramente no sabía quién era ni en que se especializaba. Así que al otro día voy confiado que tenía un desgarro, pero cuando llegó era un hematólogo. Me dijo ‘Ray nadie se animaba a decírtelo.... Vos tenés cáncer’. Lo primero que le pregunté era si se me iba a caer el pelo y su respuesta fue ‘todo’. Fue la peor noticia que recibí en mi vida”.
El tumo que tenía Ray era de un tamaño importante, lo que hizo que los médicos no pudieran operarlo cuando intentaron hacerlo. “Esa misma semana me hacen una cirugía, me abren en el mediastino y el tumor era inoperable, tenía el corazón desplazado del lugar porque el tumor era de 13 centímetros. Así que solo tomaron una muestra y a los pocos días tenía el resultado. El cáncer era linfoma de Hodgkin”, siguió con su historia.
El linfoma de Hodgkin es un tipo de cáncer que afecta al sistema linfático. Las células creen sin control y por su extensión en el cuerpo humano, pueden diseminarse por cualquier lado. A diferencia de Demetrio, otro de los pilotos del deporte nacional que padeció la otra variante de esta enfermedad, el linfoma no Hodgkin, fue el cordobés Juan Marchetto, quien llegó a ser subcampeón de Maxi Rally en 2012 y tras volver al Rally Argentino alcanzó el triunfo con un Skoda R5 en Alta Gracia. Hoy descolla en el rally regional de su provincia.
El tratamiento para luchar contra la enfermedad fue un obstáculo más que difícil de sortear. “A la semana de la cirugía ya empezó el tratamiento, seis horas de quimioterapia durante el día y todos los días a radioterapia. Fue muy duro mirarme al espejo, estar completamente pelado y pesar 50 kilos”, expresó.
A Ray, la vida le cambió de la noche a la mañana y tuvo que asimilar que no sería el mismo después del desafío que tenía por delante. “Juro que lloraba por volver a recuperar mi vida. Quería volver a ser un chico normal, poder subirme al auto y volver a correr. Ponerme esas metas fue fundamental durante el tratamiento”, explicó.
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Cuando las ganas flaqueaban y la voluntad tenía flojas las piernas, el automovilismo aparecía como inyección anímica para no bajar los brazos. “La pasión por el automovilismo fue unas de las razones por las que luché y le di guerra a la enfermedad. Yo quería y necesitaba salir adelante para volver a correr y sentir esa adrenalina”, se sinceró.
Tres años de tratamientos invasivos, de controles y de visitas médicas, hicieron que el hecho de sentir otra vez el olor a nafta se demorará unos 12 años. El tiempo transcurrido y lo sucedido también generaron miedo en Ray, porque no sabía ni imaginaba como iba a responder al hecho de estar en pista nuevamente.
“Cuando todo se dio y ya estaba completamente recuperado tenía miedo, miedo de sentir dolor en el pecho, miedo a que no sea lo mismo de antes, miedo a todo. Pero volvimos en una categoría nueva, el TAC2 de las Categorías Agrupadas Federadas”, detalló.
El 6 de marzo de este año, las Categorías Agrupadas Federadas abrieron su calendario en el autódromo de Rosario y ahí estaba Demetrio dispuesto a vencer el miedo para volver a disfrutar de lo que tanto le gusta: acelerar. Arriba de un Fiat 147 atendido por la familia Carranza, Demetrio volvió a ser aquel chico que debutó a los 16 años.
“Cuando volví a correr en la primera fecha era una bola de nervios, de sentimientos, de ganas de llorar y reír, pero salió todo más que bien. Llegamos en el puesto 13 con un auto que no conocía, además, era la primera vez que corría en tracción delantera y la primera vez en Rosario. Después de 12 años sin ver la bandera a cuadros fue un mar de llantos adentro del auto”, declaró.
El resultado fue totalmente anecdótico porque el objetivo estaba cumplido: Ray Demetrio había regresado al automovilismo, su pasión. “Esa fecha no importaba el resultado, si ganábamos o si salíamos últimos, lo más importante es que pude vencer a la enfermedad y pude volver a correr”, afirmó.
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El cáncer le marcó la vida al rosarino de 32 años, pero hoy ya curado y con una familia conformada, no ve la experiencia transcurrida como algo negativo. Como suele suceder en estas cosas, el cimbronazo le permitió ver con otros ojos el día a día y no duda en decir que todo lo que tuvo que batallar no fue en vano.
“El cáncer me enseñó a vivir distinto. Hay que luchar por los sueños y ponerse metas. Yo sobreviví porque mi meta era curarme para volver a correr y hoy te puedo decir que estar en el autódromo corriendo y disfrutando con mi familia y amigos me hace sentir más vivo que nunca. Me llevó 12 años, pero te aseguro que valió la pena”, concluyó.
Fotos crédito: Esteban Valdés