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La espectacular colección de autos de Donald Trump
El Presidente de los Estados Unidos es poseedor de una increíble colección de autos. Actualmente, él utiliza "La Bestia" para trasladarse.
Donald Trump. Presidente de los Estados Unidos es un amante del lujo y la ostentación, y por esa razón es dueño de una impresionante colección de autos lujosos. No se priva de los mejores Rolls-Royce, Bentley, Mercedes, Lamborghini. Un dato curioso: es amante de las marcas europeas.
Uno de los primeros automóviles que adquirió Trump fue un Rolls-Royce Silver Cloud de 1956. De 5,38 metros de largo y un motor de 4,9 litros y 155 CV de potencia, fue de los primeros autos lujosos que compró.
En 1997, Trump adquirió uno de sus primeros deportivos: un Lamborghini Diablo VT Roadster, con carrocería de color azul Le Mans. Alcanza una velocidad punta de 322 km/h, gracias a su motor V12 de 5.7 litros y 492 CV.
En 2003 compró uno de los Mercedes más exclusivos: el SLR McLaren, que tiene un motor V8 con 5.5 litros y 626 CV, supera los 330 km/h. El Ferrari F430 de Donald Trump se puso recientemente a la venta.
Además, posee un Tesla Roadster (deportivo eléctrico), siendo uno de los primeros clientes de Elon Musk. Como forma de demostrar su amor hacia los Estados Unidos, Trump fue el primer dueño de un Cadillac XLR-V. Tiene en su flota una gran cantidad de autos de la empresa, por lo que la marca le regaló un Allante hecho a medida para él y pintado de dorado.
Además, para trasladarse en la actualidad utiliza La Bestia 2.0, la nueva limusina pedida por el Servicio Secreto de los Estados Unidos, que es el vehículo más seguro del mundo. Este modelo es híbrido, de afuera tiene la apariencia de un Cadillac CT6 y tiene las dimensiones de una limusina (casi 6 metros).
La carrocería tiene 2 centímetros de grosor y cristales de 120 milímetros, todo blindado. Además, cuenta con un sistema automático de extinción de incendios, cerraduras especiales y cámaras de visión nocturna. Las puertas tienen un grosor de unos 20 centímetros, con un peso similar a las de un Boeing 757. El interior queda totalmente sellado con el objetivo de resistir a posibles ataques bioquímicos.
