Opinión
¿OTRO ÉXITO INFRAVALORADO?
Hasta el pasado domingo, dentro del automovilismo deportivo sólo existía Fangio como ejemplo, pero veamos que pasa en los demás deportes. En fútbol hay sólo un caso: Daniel Alberto Passarella. Fue campeón mundial con la selección argentina en 1978 y en 1986. Pero no fue consecutivo y es el único ejemplo que pudimos encontrar. No hay más ejemplos entre deportistas argentinos, exceptuando al boxeo, que por tener tantas federaciones y organizaciones es difícil seguir los palmareses unificados (Horacio Accavallo, Víctor Galíndez o Juan Martín Coggi, son algunos de los que lo lograron).
¿Por qué elaboramos esto? Porque José María López merece el reconocimiento a lo hecho, y no sólo por 2014 y 2015. Una vez más, como el año pasado, el piloto cordobés se consagró a falta de tres carreras para el cierre del campeonato. Una vez más, Pechito se emocionó en un podio internacional cuando sonaban las estrofas del Himno Nacional Argentino. Pero aquí, en Argentina, pocos se enteraron.
Para él pasaron 17 años desde el momento que armó las valijas para ir al viejo continente a probar suerte en el campeonato mundial de karting. Y en estas casi dos décadas le pasó de todo. Sin dudas lo más doloroso fue no llegar a ser piloto titular en la F1, su gran objetivo y que se frustró a nada de conseguirlo; mientras que lo mejor, sin dudas, es este bicampeonato en el WTCC.
Hoy tiene 32 años y el sueño de la F1 es más de la misma utopía, entonces no merece reconocimiento. Esa afirmación que hacemos parece ser el concepto adoptado por la gran mayoría de los medios de comunicación argentinos, los que no reflejaron el éxito conseguido por un tal Pechito López.
"Fue más difícil este título, porque es más difícil repetir que lograr algo por primera vez. Fue un torneo y un año muy bueno. Esto es para todos, en especial para mi familia, que nunca dejó de apoyarme e hizo miles de sacrificio para que hoy podamos disfrutar de esto".
La familia, el esfuerzo personal en definitiva. Porque desde Argentina poco se hizo, como sucede hace mucho tiempo ya. Norberto Fontana, José María López y Esteban Guerrieri son los últimos ejemplos palpables de cuál es nuestra política al respecto.
El ACA ya no está presente en la diaria de un año afuera, y ya no quedan pilotos que puedan empujar desde lo personal como lo hacía Juan Manuel Fangio, quien con su apellido a cuesta aparecía en alguna empresa, europea o americana, y pedía una mano especial para ayudar a un piloto argentino.
Hoy ya no hay nada de eso, y en un mundo ultra competitivo, los esfuerzos particulares no alcanzan. Estamos lejos de poder, y claramente lejos de querer. El automovilismo es un deporte donde el trabajo a largo plazo debe estar contenido por una estructura, por una planificación, y esa estructura sólo la puede lograr el ente madre del deporte motor nacional: el Automóvil Club Argentino.
Sin un plan de trabajo no hay contención, no hay dirección a seguir, y todo se resume a lo que cada uno pueda. No se piensa a futuro, se quiere ganar dinero y reconocimiento antes de empezar, y así no funciona.
Lamentablemente, en los tiempos que corren el exitismo suele anular todo lo que no sea victoria, y hoy, que el éxito de López es presente, no parece interesante hacerlo trascender. López se consagró en Oriente, lejos, muy lejos, voló medio planeta y desembarcó en el aeropuerto de Ezeiza en un doloroso silencio mediático. Nadie se preocupó en hacerlo interesante, ningún dirigente quiso que el automovilismo pudiera salir del letargo en que se ve envuelto hace años.
Los años pasan y el público empieza a olvidarse que el automovilismo fue fuente de grandeza. Los autódromos parecen cada vez más barrios privados (claramente no por su apariencia), donde sólo los que allí ingresan saben lo que pasa. Del alambrado para afuera, sólo son suposiciones.
Organizar una carrera de WTCC, Motog GP o el Dakar es una parte del asunto, pero quedarse sólo con eso es volver a apostar al hoy sin pensar en el mañana. Afortunadamente Pechito no piensa así. El sigue adelante, con su pasado, con su presente y con su futuro.
"Lo primero que pensé al lograr el título mundial fue en aquel momento de 2006 cuando me bajaron del proyecto Renault para llegar a la F1. Estaba en Oxford, Inglaterra, perdido y sin saber qué hacer. No sabía un pedo de la vida, tenía 23 años y me había pasado 14 años corriendo. No tenía amigos, no sabía de negocios y debía volver a casa a pedirle plata a mi papá. Por suerte, lo lindo de la vida es que da revancha si vos seguís luchando. Y yo pude tenerla gracias a la gente que me ayudó".
"Tengo muchos mensajes de personas que están en la Fórmula Uno, o que saben por todo lo que pasamos, que me felicita por lo que estoy haciendo. Esto me ha posicionado muy bien", dice Pecho al pasar. Tal vez, en un futuro cercano sea él mismo quien levante un teléfono para darle una mano a un joven colega suyo, tal vez sea sólo así, o tal vez forme parte de una estructura que permita soñar con un trabajo serio y a largo plazo.
En definitiva, soñar no cuesta nada.