Turismo Carretera
La experiencia de vivir junto a Giallombardo una final de TC
“No te mandes ninguna cagada… Si tenés que rasparlo a (Mariano) Werner en la largada, raspalo; pero no te olvides que lo importante es sumar puntos para entrar a la Copa de Oro”… Con la pasión intacta y el olfato de un ganador, aunque con la frialdad de un director deportivo, Mauro Giallombardo hablaba por celular con “su” piloto y amigo Juan Bautista De Benedictis, minutos antes de que el Falcon alistado por Alejandro Garófalo se engrillara en el primer cajón de largada de la final de TC en Concordia… Carburando.com fue testigo de la charla previa, y luego vivió la carrera con la “Rana” de Bernal, en su departamento de Puerto Madero.
En el día libre de su exigente rutina de rehabilitación, y a casi diez meses del terrible accidente que casi le cuesta la vida, Mauro abrió las puertas de su casa para compartir el mediodía de un domingo teceísta. El encuentro se había pautado en el transcurso de la semana pasada. Sin embargo, como si estuviese guionado, De Benedictis tuvo su mejor clasificación (tercero) y serie (ganó) desde que volvió al TC, y se encargó de que la entrevista tuviese una interesante expectativa deportiva que le agregaba un condimento especial a una charla que sin dudas sería emotiva.
De Benedictis largaba desde la pole con el auto que Giallombardo no llegó a estrenar. Mauro se mostraba ansioso. “No tiene presión Juan, lo único que le pido es que sume puntos”, le comentaba a este medio mientras iban y venían los mates dulces en la espera por la carrera. “Y si viene la copa, se queda en casa”, bromeaba desde el sillón y frente al televisor.
Se vino la largada y pronto el lamento. “Buena maniobra de Werner… Lo podría haber apretado un poquito más, pero lo respetó bien Juan”, fue el comentario sin reproches. Concentrado en cada instante. Analítico. “Hay que cuidar las gomas, porque la carrera es larga y hay que llegar con un buen auto para definir al final”, especulaba. Disfrutó la batalla entre Facundo Ardusso y Agustín Canapino. Mientras, anhelaba una neutralización de la carrera, lo que llegaba cerca de la mitad de la carrera.
Fue el momento en el que más tenso se mostró. Estaba nervioso e ilusionado. La carrera otra vez en marcha y los ojos bien firmes en la pantalla conteniendo la respiración. Soltó el aire después de la fricción en la curva 1. “Le faltaron 10 centímetros para ganar la posición… Bien igual”, lanzó. Estaba aliviado que el Ford negro y verde siguiera en carrera a pesar de la chance perdida.
Se acercaba el final. “No se está guardando nada, Juan… Está poniendo todo”, manifestaba al observar la cámara a bordo que ponían al aire desde la transmisión televisiva. El segundo puesto ya estaba rubricado. “Es un buen resultado… mi primera copa del año. Se ganó una cena, solo una cena por ahora”, sonrió en el final. Conforme y feliz.
Se pone de pie y camina lentamente y con precaución hasta la habitación. “Ahí vendrá esta copa”, señala mientras hace espacio entre una docena de trofeos, los últimos de su cosecha. Luego la despedida después de un mediodía intenso, emotivo, divertido, con un joven que piensa y vive como piloto y que dejó claro en cada palabra, en cada reflexión, que su motor para esforzarse cada día que se levanta para encarar una jornada más de rehabilitación, es la ilusión por volver a sentarse detrás de un volante de un auto de carrera.
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