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Impulsado por su fuerza de superación

Philippe Croizon, un francés de 47 años, que es un ejemplo de vida. Perdió sus cuatro extremidades amputadas por una descarga eléctrica. Igualmente pudo sortear metas deportivas y en el 2017 quiere completar un Dakar.
Impulsado por su fuerza de superación
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Croizon perdió las extremidades en 1994 tras recibir una descarga eléctrica cuando intentaba cambiar la antena de televisión de su casa. "Quería morirme", asegura en declaraciones a la BBC. Años después, sin embargo, vio un documental desde la cama sobre cómo una mujer había cruzado a nado el Canal de la Mancha y decidió que nadaría a pesar de su discapacidad. En 2010, de hecho, se convirtió en la primera persona sin extremidades en cruzar el Canal de la Mancha. Ahora su nuevo objetivo es competir en el Dakar y ya tiene planificada su participación para el 2017.

El francés ya tiene su buggy para tomar parte de la carrea. No será en la próxima edición, sino en el 2017. Pero, antes hay que cumplir un largo trabajo ya que su desafío es enorme. El 5 de marzo de 1994 una descarga de 20.000 voltios pasó a través de su cuerpo durante casi 20 minutos. Las quemaduras fueron brutales y las secuelas peores aún. Se vio privado de las dos piernas y los dos brazos, que debieron ser amputados. Debió superar larguísimas operaciones y años, casi una docena, de recuperación física y psíquica.

Pero su mente seguía intacta y las ganas de vivir son quizás mayores a las de cualquier otro mortal, aunque en un momento dado pensó en el suicidio. Pero un día “simplemente decidí vivir”. Y de ahí, la voluntad de afrontar auténticos desafíos. Primero en natación, como la travesía al Canal de la Mancha o el unir los cinco continentes a nado a través de sus estrechos: Gibraltar, Bering, Mar Rojo, Papuasia.

En su vía diaria usa prótesis para sus piernas y brazos. Para conducir no. Los dos muñones le bastan gracias a las nuevas tecnologías.

El muñón derecho encaja en una cazoleta de cuero a medida unida a un joystik: hacia delante acelera, hacia atrás frena y moviéndola derecha o izquierda consigue activar la dirección. Mantiene el volante, pero sólo como si fuera un indicador; el volante se mueve al compás del joystick y así tiene conciencia de si gira o no lo suficiente.

El muñón izquierdo lo usará para activar una serie de botones que le permitirán cambiar de marcha mediante cambios secuenciales, poner la marcha atrás, accionar faros, intermitentes a limpiaparabrisas.

“El desafío al que se enfrenta es enorme, pero tiene un mentalidad de acero”, dice Ives tartarin, ex piloto del Dakar y hoy preparador, que será quien se ocupe de poner a punto el buggy de más de 300 CV, adaptarlo y mantenerlo sobre el terreno.

Su copiloto, por ejemplo, no sólo debe ayudarle a navegar, sino a subir y bajar del coche, y acomodarlo, alimentarlo sobre la marcha o darle de beber. Y por supuesto, en caso de algún problema mecánico deberá solucionarlo solo.

De momento los organizadores del Dakar ya han dado su visto bueno para la aventura. Y un centenar de empresas han prometido su apoyo, aunque Croizon espera que lleguen a ser unas 500 las que se interesen en el proyecto.

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